Escrito por Manuel Iris, Escritor en Residencia, Cincinnati & Hamilton County Public Library
Nuestro Escritor en Residencia 2023, Manuel Iris, es poeta, ensayista y profesor. Asiste a sus próximos talleres y horario de oficina de escritores, opens a new window. Y escúchelo como presentador del podcast "Inside the Writer's Head."
Observo mi escritorio: todavía tengo lápiz y papel. Objetos arqueológicos de una época que —para los que tienen el privilegio contar con electricidad, computadora, e internet a todas horas—parece ya pasada, obsoleta. En el presente, la escritura se hace directamente sobre el teclado y se lee, siempre o casi siempre, en alguna pantalla. La mecánica del acto de escribir se ha hecho más eficiente y eso, la eficiencia, lo justifica todo.
La novedad tecnológica actual, sin embargo, no tiene ya que ver con la mecánica ni el soporte de lo que se escribe, sino con su concepción misma: el pensamiento. Es posible pedirle (ordenarle) a una inteligencia artificial que escriba o desarrolle ideas (¿le podemos llamar ideas a esos resultados?) a partir de preguntas o datos que alguien le proporcione. El resultado es un texto inmediato y correcto. Por supuesto, las posibilidades de esta tecnología no se limitan a la escritura, sino que se extienden a todos los campos del pensamiento o la creatividad humana. Las inteligencias artificiales pueden crear respuestas de toda índole en periodos de tiempo cortísimos, y con resultados francamente deslumbrantes. Son la eficiencia misma y por ello se irán haciendo (las iremos haciendo) imprescindibles.
Alguna vez imaginamos un mundo en el que los robots harían el trabajo físico y manual, mientras que nosotros, los humanos, con todos los problemas resueltos, podríamos dedicarnos al arte y al esparcimiento: a la búsqueda de nuestra humanidad sin las ataduras del trabajo. Sin embargo, parece ser que hemos querido entregar el arte a las inteligencias artificiales, mientras que ejércitos de humanos que viven en la miseria continúan desarrollando labores peligrosas, infrahumanas, sin que los proteja ni sustituya nadie. No han fallado nuestras inteligencias (natural y artificial), sino nuestras prioridades.
Me parece ya evidente que la inteligencia artificial será tan peligrosa como nuestra estupidez real si la humanidad no aprende a hacerle las preguntas correctas. Vista con cuidado, su invención resuelve un vacío que nunca existió, un problema ficticio: la humanidad nunca ha carecido de inteligencia. Quizá necesitamos, porque de eso sí hemos carecido toda nuestra historia, el desarrollo de compasión artificial, empatía artificial, sabiduría artificial, o hasta del amor artificial, para poder guiar esa inteligencia por caminos distintos al de la eficiencia, y sobre todo de la eficiencia económica, que puede ser (como ha sido) la causa una miseria humana tan profunda como la avaricia que se sirve de ella.
Confundir Pirotecnia con Luz
Por supuesto, no creo que las inteligencias artificiales sean capaces de crear poesía. Pueden, lo he comprobado, escribir textos que simulan (y muy bien) ciertos modos de escritura normalmente asociados al poema: la rima, los temas comunes, los juegos del lenguaje. Pero confundir esa capacidad textual con creación poética es confundir la pirotecnia con la luz. La poesía se sirve de la inteligencia, sí, pero no proviene de ella sino de la intuición. El proceso poético se nutre del no-saber. La poesía no es una respuesta, sino el silencio entre una pregunta y una posibilidad. Es una exploración, no de lo que sabemos, sino de lo que somos. Ser, el conflicto de existir y estar consciente de uno mismo, y de cuestionarse su papel frente al cosmos y la trascendencia, es el centro del poema. Y a ese canto, a esa música que busca llegar a una posible articulación del vacío, no se acerca ninguna inteligencia por sí sola, artificial o no. No es suficiente.
Probablemente, las inteligencias artificiales serán parte del repertorio técnico de los artistas futuros: una herramienta. Pero no harán poemas porque que no necesitarán, como nosotros, escribir poemas para articular sus dudas, sus silencios. Hay que poder morir para necesitar escribir un poema. Hay que poder soñar, extrañar algo, para perseguir el ritmo en el que puede perpetuarse una imagen. La poesía seguirá estando ahí, para quien la necesite y pueda reconocerla. Para siempre.
Nuestro Escritor en Residencia 2023, Manuel Iris, es poeta, ensayista y profesor. Asiste a sus próximos talleres y horario de oficina de escritores, opens a new window. Y escúchelo como presentador del podcast "Inside the Writer's Head."
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